lunes, 1 de febrero de 2010

Mi cama está fría (parte 1)

Mi cama está fría, las sabanas muertas, y mi almohada nunca contesta. En la mañana despierto de nuevo con la cama fría, las sabanas muertas y la almohada ni si quiera a oído mis suspiros en la noche.
Me levanto sin rumbo, sin dirección, ¿dónde debo ir ahora? miro sin ver, pero es imposible no darse cuenta de esa luz, está ahí, es lo único que observo, de nombre…
Aunque me deslumbra y no la puedo atrapar, yo me siento en mi silla de mimbre y las galletas con leche no me saben a nada, no siento, no reacciono, no me importa, sólo quiero que esa luz que está allí no sea luz, sea cuerpo, sea alma, sea sentimiento, seas tú, eres tú.
Me levanto de esa silla vieja y carcomida, me dirijo ahora a un lugar donde el agua caliente se apodera de tu entendimiento, hace que no pienses en nada. Me quito la última pieza de ropa, cae al suelo, el agua desciende y baña mi cuerpo, pero no siento nada, no me alivia eso que tengo en mí, no me transporta a ningún lugar, solo estoy allí desnuda y con la cabeza más hueca que nunca.
Después de nadar en mis sentimientos y ahogarme en un océano de pensamientos, me espera algo en la habitación, un espejo donde me miro y remiro, busco mis virtudes y mis defectos. Yo si miro pero mis ojos no quieren ver. Me escondo bajo la ropa, donde nadie ve mi verdadero yo, donde nadie se percata de quien soy, de lo que puedo ser, paso desapercibida por la gran multitud, mi ser es abandonado en la ignorancia, pero tengo suerte esa luz me sigue y me hace sentir bien.
Salgo a la calle donde hay gente pero no personas. Finalmente no hay nadie, no hay nada, nadie puede verme, porque nadie es consciente de que estoy allí, de mi existencia, nadie se preocupa por lo que sienta o por lo que me interese, porque yo soy transparente sólo me hago opaca cuando esa luz me enfoca, entonces es cuando algunos me ven y me sienten viva.


Andrea Castro Ortiz (10.12.09)

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